Biblia Evangelio del día

Evangelio del día 22 de diciembre de 2022

Puedes ver el Evangelio del día aquí

Señor, Tú que nos has llamado a ser tus discípulos, nos pides un amor incondicional y nos invitas a seguirte hasta la muerte, te pedimos que nos envíes el don del Espíritu Santo para que nos ayude y fortalezca para poder seguirte, y así tomados de tu mano lleguemos a la meta final. Por Cristo nuestro Señor. Amén.

I. Lectura del texto del Evangelio (Lc 1,46-56): 

En aquel tiempo, dijo María: «Engrandece mi alma al Señor y mi espíritu se alegra en Dios mi salvador porque ha puesto los ojos en la humildad de su esclava, por eso desde ahora todas las generaciones me llamarán bienaventurada, porque ha hecho en mi favor maravillas el Poderoso, Santo es su nombre y su misericordia alcanza de generación en generación a los que le temen. Desplegó la fuerza de su brazo, dispersó a los que son soberbios en su propio corazón. Derribó a los potentados de sus tronos y exaltó a los humildes. A los hambrientos colmó de bienes y despidió a los ricos sin nada. Acogió a Israel, su siervo, acordándose de la misericordia —como había anunciado a nuestros padres— en favor de Abraham y de su linaje por los siglos».

María permaneció con Isabel unos tres meses, y se volvió a su casa. Palabra del Señor

II. Comentario al evangelio de hoy:

Rev. D. Francesc PERARNAU i Cañellas(Girona, España)

Hoy, el Evangelio de la Misa nos presenta a nuestra consideración el Magníficat, que María, llena de alegría, entonó en casa de su pariente Elisabet, madre de Juan el Bautista. Las palabras de María nos traen reminiscencias de otros cantos bíblicos que Ella conocía muy bien y que había recitado y contemplado en tantas ocasiones. Pero ahora, en sus labios, aquellas mismas palabras tienen un sentido mucho más profundo: el espíritu de la Madre de Dios se transparenta tras ellas y nos muestran la pureza de su corazón. Cada día, la Iglesia las hace suyas en la Liturgia de las Horas cuando, rezando las Vísperas, dirige hacia el cielo aquel mismo canto con que María se alegraba, bendecía y daba gracias a Dios por todas sus bondades.

María se ha beneficiado de la gracia más extraordinaria que nunca ninguna otra mujer ha recibido y recibirá: ha sido elegida por Dios, entre todas las mujeres de la historia, para ser la Madre de aquel Mesías Redentor que la Humanidad estaba esperando desde hacía siglos. Es el honor más alto nunca concedido a una persona humana, y Ella lo recibe con una total sencillez y humildad, dándose cuenta de que todo es gracia, regalo, y que Ella es nada ante la inmensidad del poder y de la grandeza de Dios, que ha obrado maravillas en Ella (cf. Lc 1,49). Una gran lección de humildad para todos nosotros, hijos de Adán y herederos de una naturaleza humana marcada profundamente por aquel pecado original del que, día tras día, arrastramos las consecuencias.

Estamos llegando ya al final del tiempo de Adviento, un tiempo de conversión y de purificación. Hoy es María quien nos enseña el mejor camino. Meditar la oración de nuestra Madre —queriendo hacerla nuestra— nos ayudará a ser más humildes. Santa María nos ayudará si se lo pedimos con confianza.

Pensamientos de la lectura de hoy

  • «María dijo: ‘Proclama mi alma la grandeza del Señor’. Por ello —Ella dice— ofrezco todas las fuerzas del alma en acción de gracias, y me dedico con todo mi ser, mis sentidos y mi inteligencia a contemplar con agradecimiento la grandeza de aquel que no tiene fin» (San Beda el Venerable)
  • «En casa de Isabel y Zacarías, escuchamos el “Magnificat”, este gran poema que nos llega de los labios, mejor dicho, del corazón de María, inspirado por el Espíritu Santo. ‘Mi alma engrandece al Señor’… María es grande precisamente porque no quiso hacerse grande a sí misma» (Benedicto XVI)
  • «Adorar a Dios es reconocer, en el respeto y la sumisión absoluta, la “nada de la criatura”, que sólo existe por Dios. Adorar a Dios es alabarlo, exaltarle y humillarse a sí mismo, como hace María en el “Magnificat”, confesando con gratitud que Él ha hecho grandes cosas y que su nombre es santo (…)» (Catecismo de la Iglesia Católica, nº 2.097)
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Palabras del santo padre sobre el Evangelio del día:

¿Qué nos aconseja nuestra Madre? Hoy en el Evangelio lo primero que dice es «engrandece mi alma al Señor» (Lc 1, 46). Nosotros, acostumbrados a escuchar estas palabras, quizá ya no hagamos caso a su significado. Engrandecer literalmente significa “hacer grande”, engrandecer. María “engrandece al Señor”: no los problemas, que tampoco le faltaban en ese momento, sino al Señor. ¡Cuántas veces, en cambio, nos dejamos vencer por las dificultades y absorber por los miedos! La Virgen no, porque pone a Dios como primera grandeza de la vida. De aquí surge el Magníficat, de aquí nace la alegría: no de la ausencia de los problemas, que antes o después llegan, sino que la alegría nace de la presencia de Dios que nos ayuda, que está cerca de nosotros. Porque Dios es grande. Y sobre todo, Dios mira a los pequeños. Nosotros somos su debilidad de amor: Dios mira y ama a los pequeños. (Ángelus, 15 agosto 2020)

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