Biblia Evangelio del día

Evangelio del día 19 de enero de 2023

Puedes ver el Evangelio del día aquí

Señor, Tú que nos has llamado a ser tus discípulos, nos pides un amor incondicional y nos invitas a seguirte hasta la muerte, te pedimos que nos envíes el don del Espíritu Santo para que nos ayude y fortalezca para poder seguirte, y así tomados de tu mano lleguemos a la meta final. Por Cristo nuestro Señor. Amén.

I. Lectura del texto del Evangelio (Mc 3,7-12): 

En aquel tiempo, Jesús se retiró con sus discípulos hacia el mar, y le siguió una gran muchedumbre de Galilea. También de Judea, de Jerusalén, de Idumea, del otro lado del Jordán, de los alrededores de Tiro y Sidón, una gran muchedumbre, al oír lo que hacía, acudió a Él. Entonces, a causa de la multitud, dijo a sus discípulos que le prepararan una pequeña barca, para que no le aplastaran. Pues curó a muchos, de suerte que cuantos padecían dolencias se le echaban encima para tocarle. Y los espíritus inmundos, al verle, se arrojaban a sus pies y gritaban: «Tú eres el Hijo de Dios». Pero Él les mandaba enérgicamente que no le descubrieran. Palabra del Señor

II. Comentario al evangelio de hoy:

Rev. D. Melcior QUEROL i Solà(Ribes de Freser, Girona, España)

Hoy, todavía reciente el bautismo de Juan en las aguas del río Jordán, deberíamos recordar el talante de conversión de nuestro propio bautismo. Todos fuimos bautizados en un solo Señor, una sola fe, «en un solo Espíritu para formar un solo cuerpo» (1Cor 12,13). He aquí el ideal de unidad: formar un solo cuerpo, ser en Cristo una sola cosa, para que el mundo crea.

En el Evangelio de hoy vemos cómo «una gran muchedumbre de Galilea» y también otra mucha gente procedente de otros lugares (cf. Mc 3,7-8) se acercan al Señor. Y Él acoge y procura el bien para todos, sin excepción. Esto lo hemos de tener muy presente durante el octavario de oración para la unidad de los cristianos.

Démonos cuenta de cómo, a lo largo de los siglos, los cristianos nos hemos dividido en católicos, ortodoxos, anglicanos, luteranos, y un largo etcétera de confesiones cristianas. Pecado histórico contra una de las notas esenciales de la Iglesia: la unidad.

Pero aterricemos en nuestra realidad eclesial de hoy. La de nuestro obispado, la de nuestra parroquia. La de nuestro grupo cristiano. ¿Somos realmente una sola cosa? ¿Realmente nuestra relación de unidad es motivo de conversión para los alejados de la Iglesia? «Que todos sean uno, para que el mundo crea» (Jn 17,21), ruega Jesús al Padre. Éste es el reto. Que los paganos vean cómo se relaciona un grupo de creyentes, que congregados por el Espíritu Santo en la Iglesia de Cristo tienen un solo corazón y una sola alma (cf. Hch 4,32-34).

Recordemos que, como fruto de la Eucaristía —a la vez que la unión de cada uno con Jesús— se ha de manifestar la unidad de la Asamblea, ya que nos alimentamos del mismo Pan para ser un solo cuerpo. Por tanto, lo que los sacramentos significan, y la gracia que contienen, exigen de nosotros gestos de comunión hacia los otros. Nuestra conversión es a la unidad trinitaria (lo cual es un don que viene de lo alto) y nuestra tarea santificadora no puede obviar los gestos de comunión, de comprensión, de acogida y de perdón hacia los demás.

Pensamientos de la lectura de hoy

    • «Éste es el camino por el que llegamos a la salvación: Jesucristo. Por Él, podemos elevar nuestra mirada hasta lo alto de los cielos; por Él, vemos como en un espejo el rostro inmaculado y excelso de Dios» (San Clemente Romano)

    • «Su persona [Jesús] no es otra cosa sino amor. Los signos que realiza, sobre todo hacia los pecadores, hacia las personas pobres, excluidas, enfermas y sufrientes llevan consigo el distintivo de la misericordia» (Francisco)

    • «Al liberar a algunos hombres de los males terrenos del hambre, de la injusticia, de la enfermedad y de la muerte, Jesús realizó unos signos mesiánicos. No obstante, no vino para abolir todos los males aquí abajo, sino a liberar a los hombres de la esclavitud más grave, la del pecado» (Catecismo de la Iglesia Católica, nº 549)

Palabras del santo padre sobre el Evangelio del día:

El Evangelio de la Liturgia de hoy muestra a algunos escribas y fariseos asombrados por la actitud de Jesús. (…) ¿Por qué Jesús no les presta atención? Porque para Él es importante llevar de nuevo la fe a su centro. Este llevar de nuevo la fe a su centro lo vemos continuamente en el Evangelio. Es preciso evitar un peligro que amenaza tanto a esos escribas como a nosotros: el de observar las formalidades externas dejando en un segundo plano el corazón de la fe. Muchas veces nosotros también nos “maquillamos” el alma. La formalidad exterior y no el corazón de la fe: esto es un riesgo. Es el riesgo de una religiosidad de la apariencia: aparentar ser bueno por fuera, descuidando purificar el corazón. Siempre existe la tentación de “arreglar nuestra relación con Dios” con alguna devoción externa, pero Jesús no está satisfecho con este culto. Jesús no quiere exterioridad, quiere una fe que llegue al corazón. (Ángelus del 29 de agosto de 2021)

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